Uno de los males que afecta a nuestra sociedad, sin importar el estrato social, es la violencia ejercida entre miembros de un mismo clan. Y sus implicancias son tan evidentes como las imágenes y situaciones descritas, a menudo, en los noticieros de los medios de comunicación.

Basta recordar el caso de la menor Paulina Almonacid, de sólo nueve años de edad, quien murió tras una golpiza que le propinó su propia Madre, en castigo por no haber leído un libro que le había dado como tarea, en su colegio. O las 42 mujeres, que sólo este año, han muerto a manos de sus convivientes o ex parejas, la mayoría de las veces, tras haber dado aviso de las amenazas de las que habían sido sujetas.

Ante todo, siempre es necesario y normal recordar que las conductas violentas, denigrantes, impositivas, no son de naturaleza humana y que son una deformación de la conducta, probablemente aprendidas por una crianza violenta o por premisas sociales que establecen que “la letra con sangre entra”.

Por estos días, los discursos que culpan de las malas conductas de los adolescentes, a la exacerbada difusión de los derechos de los niños y no de los deberes, que antes, con un buen bofetón las cosas se corregían y que ahora los hijos pueden hacer lo que quieren, sobran.

Pero ese discurso es tan antiguo como la humanidad misma y de lo único que da testimonio, es de lo distante que estamos de saber cómo criar a “nuestros” hijos. Los mismos que se comportan mal, son el reflejo de lo que nosotros le hemos mostrado a lo largo de nuestras vidas. O como dice Humberto Maturana, “el futuro de Chile no son nuestros hijos, sino cómo somos nosotros con nuestros hijos”.

A veces es mejor sacarse el dedo del ombligo y empezar a entender que un hijo arrogante y violento es hijo de nuestras propias faltas de virtud y que es allí donde comienza la espiral de violencia.

Ni las mujeres, ni los niños, ni los ancianos, ni los hombres aprenden a golpes, sólo reaccionan y temen de ellos. La verdadera buena conducta se aprende con amor y paciencia, con un discurso y acción coherentes. No diciendo “no fumes porque eso hace mal y sólo lo hacen los adultos”. No llevándose el lápiz del escritorio de otro para después pretender enseñar a no robar a los hijos.

Lo mismo se puede aplicar con la violencia de género, la comunicación y el amor (que implica comprender al otro y aceptarlo, no aguantarlo) son la receta que pueden darnos nuestros padres, esos que aún siguen juntos y felices, sin ataduras, porque como dice la canción, “uno sólo conserva lo que no amarra”. Es decir, quien ama, seduce, no obliga.
Precisamente, algunas de estas reflexiones fueron la tónica de la jornada de información de la re Juntos Sin Violencia, que patrocina el CAVIF de la Municipalidad de Hualpén y que reúne a 21 organizaciones distintas de nuestra comuna, en torno a terminar con la violencia intrafamiliar.

Dicha actividad se llevó a cabo en el Liceo Pedro del Río Zañartu, A-87 y contó con la presencia del alcalde de la comuna, Marcelo Rivera, quien también alertó que debemos ser cuidadosos en cómo criamos a los hijos de Hualpén, para no tener mañana, adultos violentos.

En Liceo Pedro del Río
Unidos contra la violencia intrafamiliar

En una jornada informativa, abierta a la comunidad, la red Junto sin violencia, capacitó a los vecinos sobre esta delicada y a veces oculta realidad de nuestra sociedad.

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